
Imaginemos que se celebra un referéndum de autodeterminación en Catalunya. (Ese referéndum que tanto quieren los separatistas que se celebre a pesar de que se sabe perfectamente que está perdido).
Naturalmente el referéndum lo ganarían los unionistas; incluso las encuestas más favorables y manipuladas realizadas hasta hoy no le han dado mucho más de un tercio de las simpatías al separatismo en Catalunya.
Hasta aquí todos contentos, el unionismo por seguir formando parte de España, el separatismo por haber logrado su referéndum y con la esperanza más cercana de repetir la encuesta lo antes posible, así hasta que llegue un día en que el resultado les haga conformarse.
Totalmente democrático, aparentemente….
Pero ahora la ciudadanía de España, en cuanto Totalidad, queda completamente legitimada como sujeto de Soberanía, incluso frente al independentismo (al menos el democrático).
Imaginemos que los gobernantes del Estado, después de la experiencia autodeterminadora en Catalunya, idean otro referéndum esta vez dirigido a todo el País:
Se pone a votación la desaparición del régimen autonómico, la centralización total del Estado y, por lo tanto, la recuperación de todas las competencias cedidas por el Gobierno Central. Después de los devaneos independentistas no es una conjetura demasiado inverosímil vaticinar que la totalidad de los españoles se inclinasen por esta supresión de la Generalitat. Se acabó el “autogobierno” y todo de forma totalmente democrática.
¿…O no?.
¿No apreciará un separatista (o un unionista) enseguida, ni que sea intuitivamente, que hay en esta hipótesis algo que choca con los principios de la democracia?¿Qué es?.
Muy sencillo, el planteamiento de un Sí o un No, ni que sea con un procedimiento formalmente democratico de una cuestión que divide fundamentalmente a una sociedad no es lo más justo socialmente. Si en una votación en Catalunya ganase la supresión del catalán de la enseñanza no sería algo democrático, por más que fuese votado por una mayoría.
Las cuestiones que dividen a una sociedad se han de solventar con medidas intermedias, que no contentarán a ninguna de las partes al 100%, pero que tampoco excluirán a ninguna de las sensibilidades,
El régimen de las autonomías fue un acuerdo de este tipo, un intento por aglutinar a centralistas y, nacionalistas y separatistas. Seguramente este régimen es muy imperfecto y debiera hoy ya ser revisado (¿Un estado federal quizás?) pero a la solución a que se llegue no puede ser por medio de la exclusión de una parte perdedora en un referéndum.
La virtud de la democracia está en que nos debe incluir a todos, por medio de un acuerdo entre las partes.
Todo intento de basar unos principios básicos en el todo o nada, que margine a unos a favor de otros, no sólo está condenado al fracaso y a fracturar la sociedad en que se produzca, es que es esencialmente anti-democrática.