lunes, noviembre 30, 2009

Catalunya: Un sólo altavoz para distintas voces.

Quiero que todo catalán que lea esto piense por sí mismo, que deje de lado lo que haya podido leer o escuchar (y si lee esto es que es una persona más o menos interesada en temas políticos), y que piense cual es su percepción real, de la calle, de la preocupación que había anteayer sobre el Estatut y el Constitucional.

Que piense en sus conversaciones con vecinos, familiares, compañeros de trabajo, amigos. De lo que ha escuchado a la gente en el bar, en el gimnasio o en el autobús... ¿Hay preocupación por el Estatut? Sinceramente, salvo en círculos muy reducidos, ni siquiera se habla del tema. Se habla del trabajo, del vecino, de lo que uno se ha comprado o del amigo que está en el paro, del Barça o hasta de la Gripe A. Pero... ¿del Estatut?
Del Estatut se habla en los medios de comunicación, hasta el hartazgo, pero los catalanes no lo hacen.

Entonces ¿dónde está la "afrenta a Catalunya"? ¿Quién se siente hoy más "indigno" que ayer? ¿realmente estamos en una situación tan grave porque el Constitucional anule o no algún artículo del Estatut? ¿de verdad estamos dispuestos a una "revuelta" pacífica o no, por ello? ¿tan grave es el asunto para que los diarios editados en Catalunya renuncien a su pluralidad pretendiéndose la "voz de Catalunya"? (una sola voz, eso sí, no vaya a pensarse que aquí no somos todos nacionalistas). Pero los datos son los datos, y por más que los mismos medios que promueven la medida se empeñen en que los catalanes pensamos todos igual (aunque sus propios datos evidencia la diversidad) los datos que circulan lo desmienten, no es que este Estatuto lo votasen en contra 1 de cada 5 catalanes, ni que la abstención fuese del 51%, es que, por ejemplo este año la Autónoma (poco sospechosa de poco catalanista) realizaba un estudio según el cual el 43% de los catalanes están poco o nada interesados en la cuestión. Sin embargo para los diarios es "Catalunya" la que habla, por boca de ellos, claro. Son los profetas elegidos, que oyen la voz del Dios-Catalunya y nos la dictan a los catalanes, que al parecer tenemos oídos más necios.

Ni los diarios, ni los políticos catalanes están preocupados porque un rechazo de algunos artículos del Estatut pueda provocar una "respuesta imprevisible" de la sociedad catalana. Están preocupados justo por lo contrario, están preocupados porque la ciudadanía pueda tener la misma pasividad o más que tuvo al ir a votar dicho Estatuto, después de años de estar vendiéndolo mediáticamente. Están preocupados porque la Catalunya real no coincide con su Catalunya soñada. Están haciendo todo el ruido que pueden para conseguir las máximas adhesiones de una población que anda preocupada por otras cosas.

Los políticos y los medios no son bomberos incendiarios, sólo apagan el fuego que ellos mismos intentan encender, sabiendo además que hay una proporción de catalanes muy importante que siempre les hará el juego, pero ello no significa que haya una sola voz, sino que Catalunya está controlada por unas oligarquías (políticas, mediáticas, también lo que llaman "sociedad civil") que sí tiene una sola voz (una de las varias de la plural Catalunya) y que se pretende la única voz existente, silenciando y negando la existencia del resto.

Esta voz, esta mal llamada "Editorial" (que dicen las malas lenguas que es una iniciativa del Conseller Joaquim Nadal), es una voz surgida del Palau, de La Caixa o el Liceo, no es, por supuesto la "voz de Catalunya". Si a caso es una voz que pretende estar tan alta, que no se puedan oír el resto de voces.

El peligro número uno en la Catalunya de hoy, para ellos continúa siendo la información.

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jueves, noviembre 26, 2009

Por la Dignidad de Catalunya los medios catalanes deberían defender la Constitución.

Si alguien tenía dudas de que los diarios editados en Catalunya (y emisoras de radio) están supeditados a la oligarquía catalana ya queda bien claro con la famosa Editorial de hoy.

Es más de lo mismo, aunque su efecto sea multiplicador. Hablan en nombre de Catalunya y defienden su dignidad (nada menos) pero lo que representan es sólo el pensamiento de una parte de catalanes.

Lo preocupante es el cariz antidemocrático del texto. Se postulan como intérpretes de la voluntad de los catalanes. El que democráticamente el Estatut fuese aprobado no supone que los que lo aprobaron estén en contra de que el Estatut sea revisado por el Constitucional, eso es una interpretación. No supone que el Estatut pase a tener supremacía sobre la Constitución, sino al contrario, el propio Estatut ha de estar formulado de forma que, como queríamos los catalanes, se ajuste a la Constitución (y así lo dice el propio texto). Si no es así, también una mayoría de catalanes (un 90% frente al 73% del Estatut) democráticamente indicamos como debería resolverse el conflicto, y es anulando aquellos artículos que sean inconstitucionales.

Los catalanes no todos somos juristas, y por ello no se nos puede culpar si votamos ciertos parágrafos anti-constitucionales. Eso es responsabilidad de los juristas y políticos que redactaron tal chapuza. Interpretar que nuestro voto al Estatut "desmiente" al voto que dimos a la Constitución es tergiversar los hechos.

El voto al Estatut no era un voto contra la Constitución. Y la "Dignidad de Catalunya" está al menos tan representada en ella (con un 68% de la participación) como lo está en el Estatut, en el que la mayoría de catalanes ni siquiera fue a votar, y eso a pesar de todo el circo mediático que montaron estos medios tan uniformemente defensores de una idea, no compartida por todos, de Catalunya.

viernes, noviembre 20, 2009

La espesa cohesión de un cenagal

por Félix Ovejero Lucas


El Ayuntamiento de Barcelona, por empresa intermedia, ha vetado una publicidad de una sentencia del Tribunal Supremo que reconoce el derecho a elegir la lengua en la primera enseñanza. En una autonomía que gasta una fortuna en política -y penalización- lingüística y otra en propaganda de esa política, una mención a una sentencia judicial se considera "polémica".

El argumento, el habitual: se crea un conflicto donde no lo hay. La prueba de que no hay conflicto es que nadie se queja, se dice. Así de claro, así de cínico.
Las quejas se acallan diciendo que no hay quejas y, por si acaso, se impide la expresión de las quejas. Se confunde, interesadamente, el problema con su denuncia. Como si al que critica una guerra le acusarán de provocarla.

Cuando se estira el hilo del conflicto siempre se llega al mismo ovillo:
la cohesión. Montilla lo acaba de repetir: "La lengua propia es un factor de integración y cohesión (...), con la convivencia civil, con la lengua, no se puede jugar". Por si no estuviese claro el mensaje y el destinatario, precisa que la jurisdicción del Constitucional no alcanza a Cataluña: "Nuestro país no aceptará que se le imponga, desde fuera, una confrontación lingüística". El conflicto parece importarle poco al otro lado del Ebro. El socialismo catalán maneja principios de alcance limitado.

A mí, la cohesión no me parece el acabose. Pero tampoco me extraña que los políticos, incluso aquellos que vetean sus discursos con las bondades de la diversidad, la invoquen. Lo que me extraña es la conclusión. Porque
si nos atenemos a "la integración y la cohesión", la lengua a defender debería ser el castellano, la lengua común y de la mayoría de los catalanes, la de los vecinos y la de la mayor parte de los trabajadores emigrantes. En la enseñanza, desde luego. No lo digo yo, sino un refinado pensador elogiado por los nacionalistas, Kymlicka: "La educación pública estandarizada en un mismo idioma (el de la mayoría) se ha considerado esencial si se quiere que todos los ciudadanos tengan iguales oportunidades laborales".

Yo, por supuesto, no sostengo lo anterior. Creo que hay otros principios a ponderar.
Sólo digo que si lo que importa es la cohesión, hay que hacer lo contrario de lo que se hace.

No es excepcional la manipulación. Hay otra que atañe a algo más importante:
la igualdad. Cuando se sostiene que, en aras de la igualdad, hay que tomar medidas de discriminación positiva en favor de la "lengua minoritaria", en un solo movimiento, se dan dos trucos. El primero: la igualdad -y, por ende, la discriminación- atañe a los individuos. Las lenguas no sufren ni tienen derechos. Tampoco se discriminan. Se discrimina a los hablantes o, en general, a quien se impide el acceso a ciertas posiciones en razón de criterios injustificados: sexuales, raciales o religiosos. En tales casos, la igualdad reclama eliminar las barreras, no entrenar a los ciudadanos a saltarlas. Lo que a nadie se le ocurre es imponer conversiones o cambios de sexo en masa para que estemos en "igualdad de condiciones".

En el caso de la lengua, si hay una común, el problema está resuelto. Con la lengua de todos, nadie se excluye. La exigencia de otra necesita justificación y siempre deja a alguien fuera de juego. Es lo que sucede cuando la "lengua propia" oficia como barrera laboral. Los españoles con "lengua propia" juegan con ventaja: participan en dos ligas, la privada y la de todos. No extrañe que las comunidades "sin identidad" se la inventen. Si no pueden proceder por lo derecho, contra las barreras de los otros, por lo torcido, con las propias. A la igualdad por la discriminación.

Algunos nacionalistas, en nombre de la igualdad de las lenguas, proponen que todas sean oficiales en todo el territorio. Es otro modo de conseguir la igualdad: todos aprendemos todas y las podemos utilizar en todas partes. Todos nos entrenaríamos para saltar todas las barreras. Eso sí, en Europa, con más de 225 lenguas, pasar del primer curso sería cosa de portentos.

El segundo truco:
la discriminación positiva no está pensada para resolver la desigualdad entre minorías y mayorías, sino entre desprotegidos y poderosos. Los ricos, que no son muchos, no parecen necesitarla. Las mujeres, sí. La razón: su presencia política está lejos de corresponderse con su presencia demográfica.

Y ahora, las cuentas.
Mientras el 53,5% de los catalanes tienen el castellano como lengua materna, en el Parlament, hace no tanto, la cifra se quedaba en el 7,1%. El reflejo en la agenda política nos atosiga, aburre y cuesta dinero. Desde luego, la aplicación de la discriminación positiva cambiaría el cuadro.

Los principios, como se ve, trucados. Lo que importa es otra cosa. Asoma sin pudor en la nueva Ley de Educación, que busca educar en el
"sentimiento de pertenencia como miembros de la nación catalana". Vamos, la Formación de Espíritu Nacional. Eso lo justifica todo y a su servicio, lo que haga falta. Con los nacionalistas hace tiempo que uno aprendió a ser un encajador. Un aprendizaje modesto pero absorbente, ya se sabe. Qué le vamos a hacer. Pase con que nos intenten joder la vida, pero, por pavor, que no nos ensucien los principios.


Publicado en El País el 09 de abril de 2009

miércoles, noviembre 18, 2009

El falaz argumento nacionalista de la "Cohesió social".

De entre los tópicos a los que el argumentario nacionalista acude de un tiempo a esta parte está el de la “cohesión”. Es muy chocante, porque hace sólo unos pocos años hubiese sido impensable la utilización de este concepto. Para ello ha sido necesario una amplia difusión y monopolio del paradigma nacionalista, que divide el mundo en unas naciones claramente definidas y declara que Catalunya lo es y España no. Antes de ello, hubiese sido ridículo que precisamente el nacionalismo que exaltaba la defensa de las diferencias hablase de “cohesión”.

Pero hoy, en cosas cualquier cosa que amenace ese monopolio nacionalista, como la educación, la lengua o la inmigración, las diferencias (individuales) lejos de ser defendidas son criminalizadas en virtud de eso que llaman “cohesión”. Resulta que hoy la cohesión es un bien incuestionable, que justifica cualquier abuso. Lo increíble es que en defensa de esa “cohesión” precisamente se busque potenciar aquellos aspectos en los que la mitad de la población es diferente.

La cohesión, contra lo que nos dice el nacionalismo imperante, habría de basarse en una tolerancia de las diferencias entre los ciudadanos, en aprender a respetarse mutuamente y no en un intento de poner unas características por encima de otras, cosa que a largo plazo siempre generará un rechazo que ha de llevar a la des-cohesión.

Los nacionalistas olvidan que ya hay cosas que nos unen como pueblo, que no se han de inventar factores cohesionadores. Nos une vivir en un mismo pueblo, al compartir el territorio donde vivimos. Nos une el interés de que éste sea próspero. Nos unen culturas hermanas (más que hermanas, gemelas diría yo). Nos unen las circunstancias de día a día, las cosas que hemos vivido juntos (Que siempre nos hemos vivido juntos). En realidad son mínimas las cosas que nos separan.

De hecho es una falacia buscar factores cohesionadores, porque ya estamos cohesionados. Cuando estamos con un amigo no lo distinguimos porque hable castellano o catalán. Lo distinguiremos por que un día nos sacó de un apuro o nos dejó tirados, porque es un pesado o muy simpático. La realidad catalana actual es así, está cohesionada de hecho. No necesita factores cohesionadores que consistan en forzar a una parte de la población en dejar de ser como es. Difícilmente esto sería “cohesionador”, si no es la cohesión del engrudo , del estar aplastados, prensados los unos contra otros sin libertad de movimientos.

viernes, noviembre 13, 2009

El "fet diferencial" de la corrupción en Catalunya. (II)

Señalábamos el otro día como la corrupción en Catalunya tiene unas características "diferenciales" impensables en ningún otro lugar democrático del mundo. Ya decíamos que era impensable que uno y el mismo caso de corrupción envolviese en España a altos cargos tanto del PP como del PSOE. (como sucede aquí con CiU y PSC).

El caso se da, porque el poder en Catalunya lo ostenta una casta (y la prueba está en que la lengua propia de los parlamentarios es el catalán en un 93% mientras entre la sociedad los es sólo de un 47%). Por ello es normal que posturas que no tienen unanimidad entre la sociedad (el 44% dice que Catalunya no es una Nación o la mayoría de la población considera que la educación tendría que ser en las dos lenguas frente a la inmersión), no sólo sean unánimes en el Parlament sino que la discrepancia está completamente criminalizada. Esa criminalización se traspasa a la sociedad a través de unos medios que son mera cadena de trasmisión de ese paradigma.

Por ello, al contrario de lo que pasa en las democracias "normales" los partidos políticos no se fiscalizan los unos a los otros en casos de corrupción, y ésta sólo se utiliza una vez descubierta (desde Madrid, o desde algún proceso judicial independiente, pero nunca desde el propio sistema). Y aún así, ese "uso" (en las "peleas de familia") es comprometedor, y se ha de andar con pies de plomo...En las democracias del mundo se dan casos de corrupción en que uno de los encausados puede amenazar con "tirar de la manta". La amenaza, por supuesto, siempre va contra gente de su propio partido (que les dan de lado una vez descubierto el pastel). Pero aquí no, aquí, caso único en el mundo, como todos en el fondo forman parte de un mismo partido, las amenazas van contra el resto de partidos. Así Agustí Colomines, el Presidente de la Fundación Trias Fargas (de Convergència) tras destaparse la financiación por parte de Millet, declara: "Si nos van presionando, al final lo contaremos todo. Extenderemos las sospechas por todas partes y meteremos el sistema en crisis y esto será Italia". Por supuesto, en seguida sale Artur Mas por TV3 a matizar "seguramente el señor Colomines tenía sus razones para decir lo que dijo, pero se pasó un poco de frenada." Y a continuación Colomines se desdice afirmando que "no amenazó a nadie". Las aguas del Oasis vuelven a su calma.

Al descubrirse que Àngel Colom recibió 72.000€ al pasarse a CiU para pagar las deudas de su Partit per la Independència, Colom declaraba; "Hay gente en Catalunya que quiere poner fin al catalanismo, gente interesada en ensuciar a todo el mundo, sea la burguesía, sean mecenas, sean dirigentes o luchadores del catalanismo. (...)Si los socialistas quieren, porque de ahí viene el ataque, matarme políticamente, que hagan cola." y se refirió al PSC como "esos que están pringando a gente para sacarse la mierda que llevan en su propio zapato". Pero al día siguiente (y tras una conversación entre Oriol Pujol e Iceta) Convergència desautoriza esas declaraciones de Colom, eso sí, sin tomar ninguna medida contra él y declarándolo "victima" del caso. Vuelve la calma al Oasis.

Pero eso no era nada. El mismísimo Jordi Pujol se descuelga con la amenaza, al resto de partidos de tirar de la manta; "si entramos aquí nos haremos mucho daño, porque yo tendré una respuesta fácil. Yo también le podría decir: 'estos dieron tanto a tanto, este dió tanto a tanto..'(...) todos haríamos un poco de hedor". "No entremos, pero, ei! si hace falta entrar, entraremos, yo me parece que no tengo que entrar, pero si tengo que entrar personalmente, entraré". Posteriormente matizaría que "se expresó mal" (aunque bien claro que fue), tras lo que Artur Mas apostilla "Creo que se equivocó al decirlo así". Volvía la calma al Oasis.Pero todo esto viene de lejos ¿no nos suena ya? ¿recuerdan como se desarrolló el caso del 3 per cent? Exactamente siguiendo el mismo esquema. Aquí los diferentes partidos políticos se comportan entre ellos de la misma forma en que lo hacen en un único partido internamente. Las rencillas que salen a la luz, siempre tapadas con un posterior "aquí no pasa nada" son idénticas a las que vemos, por ejemplo, en la lucha de pode dentro del PP entre Rajoy, Gallardón y Aguirre.

Dejo para más adelante la exposición de las relaciones entre los "400" que decía Millet, el cómo unas familias ya poderosas antes de la llegada del franquismo, y que mantienen su poder durante este, se reparten entre el espectro político catalán durante la transición, para seguir monopolizando el destino de Catalunya (ahora ya con un control más absoluto y un freno desde Madrid mucho más ligero).


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miércoles, noviembre 11, 2009

El "fet diferencial" de la corrupción en Catalunya (I).

La importancia de los casos de corrupción en Catalunya va mucho más allá de unos casos "particulares" de choriceo como los que se pueden dar en cualquier otro lugar (como pretenden hacernos creer desde el establishment político-mediático). A través de ellos se desvela el funcionamiento "diferencial" de Catalunya respecto a otras comunidades. Lo que queda al desnudo es la connivencia de toda la esfera de poder en Catalunya, la existencia de esa oligarquía de las "400 personas" que más allá de disputas de familia (en los resquicios de las cuales se evidencia la realidad) tienen unos grandes acuerdos de fondo, un gran fin común, que pasa por el control y construcción de la "Nació catalana" a su imagen y semejanza.

Qué la élite dirigente catalana se parece bien poco a la sociedad en la que se halla tampoco necesitaba de esas nuevas evidencias. Basta con preguntar la opinión de algún vecino, primo, o del panadero de la esquina, sobre los
temas nacional-identitarios que se discuten tan axiomáticamente entre nuestros políticos y periodistas, para que uno pueda creer que se trata de gentes pertenecientes a un país diferente del de sus representantes. Lo mismo se puede decir si miramos los apellidos de la gente que se sienta en el Parlament, donde los más comunes en Catalunya resultan ser los excepcionales. O igualmente si hablamos de la lengua propia de estos parlamentarios, que resulta ser el castellano en un 7% (y eso que hay que contar a Diputats de Ciutadans y el PP) frente al 53% de catalanes que tenemos el castellano como lengua materna.

Pero la explicación de cómo es posible tal situación queda mucho más a las claras cuando uno conoce el funcionamiento de esta oligarquía disfrazada de democracia en que los catalanes vivimos.

Mientras que, en el resto del Estado, cuando surge una situación de corrupción en un partido político (muchas veces propiciada por el partido contrario), la oposición se frota las manos, y junto a la prensa intentar excarvar y sacar a la luz lo máximo de ella, aquí el partido oponente tapa y disimula las vergüenzas del vecino. En el resto del Estado cada partido tiene sus (más o menos lícitas) fuentes de financiación completamente ocultas, y sería muy celebrado por el rival conseguir desvelar y denunciar cuales son, aquí resulta que todo eso es compartido y conocido por todos. Las mismas familias los alimentan a todos, el caso Millet ya fue paradigmático, involucraba tanto al PSC como a CiU o incluso al PP (de la época Piqué, cuando pactaban con CiU) queda explicada así la pasividad del PP ante el nacionalismo, por más que tengan que hacer vacíos gestos para mantener a su electorado.

Lo del Caso Pretoria es una evidencia más. Una red organizada por los más altos cargos de CiU, en la que están igual de involucrados diferentes cargos del PSC (y el caso de Bartomeu Muñoz es un ejemplo, quizá no tan conocido como Alavedra o Prenafeta, pero no es un "cualquiera" en el PSC, recordemos que era el vicepresidente de la Diputación de Barcelona -desde que la presidía Corbacho- o que fue colocado como alcalde por Manuela de Madre, o era cercano y gran amigo de Carme Chacón).

¿Es imaginable siquiera un caso de corrupción a nivel español, que involucrase juntos a altos cargos del PP y del PSOE?

(continuará...)

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viernes, noviembre 06, 2009

¿La "Voluntad Nacional" o la "Voluntad de nuestros políticos".?

Un pequeño resumen que sirve para desmentir el argumento sobre la "voluntad nacional" como enfrentada al Tribunal Constitucional en el asunto del Estatut se encuentra en "Cambiar el reglamento y echar al árbitro" de Félix Ovejero (El País - 03 de noviembre de 2009) del que extraigo un pequeño extracto;
···

(...)No se discute lo que pueda decir el Tribunal Constitucional, sino su legitimidad para decirlo. En Cataluña sucede cada día. Sin ir más lejos, la pasada Diada, Ernest Benach, presidente del Parlament, sostuvo que
"el TC no puede cambiar lo dicho en un referéndum". Una más de las diversas declaraciones que contraponen "la voluntad nacional de Cataluña", por utilizar la colosal expresión de Joan Saura, a la interpretación que de la Constitución pudiera hacer el máximo tribunal.

¿Es éste nuestro caso? Empecemos por la "voluntad nacional de Cataluña". Un poco de historia, que no empiece hace 10 minutos, nos remite, antes que a otra cosa, a la
"voluntad de los políticos catalanes". La idea de un nuevo Estatuto es cosa suya. De siempre. Por sus pactos de aquella hora o por lo que fuera, Pujol ya reclamaba su reforma en el instante siguiente a la aprobación del anterior. Cada vez que se acercaban las elecciones. Luego se olvidaba. Era su manera de mantener la tensión política, la letanía del victimismo y de la reclamación permanente insatisfecha, la identidad misma del nacionalismo. Naturalmente, no iba en serio. Como tampoco iba en serio Mas en octubre del 2002, cuando, sobre el horizonte de las autonómicas del año siguiente, volvió a repetir la misma cantinela, esta vez bajo la decoración de un "nuevo" Estatuto. Apenas un par de semanas antes, en el Parlament, ante una propuesta de Carod de reforma del Estatut, Pujol había silbado, alegando que en ese momento era "inviable" y "crearía frustraciones". Por supuesto, volvió a repetir, la próxima legislatura ya sería otra cosa.

Para desnudar sus intenciones, y a sabiendas de que el PP y CiU no iban a complicarse mutuamente la vida, PSC, ERC e IC recordaron a Pujol y a Mas que no hacía falta esperar a las elecciones. Maragall insistía en que con el PSOE en Madrid las cosas serían bien diferentes, que entonces sí se podría "cumplir el proyecto catalán y el de todos y cada uno de los pueblos de España, comenzando por el vasco". Muy bonito pero, con las perspectivas electorales de aquellas horas, simple fantasía. A sabiendas. Y es que todos estaban convencidos de que el PP ganaría y, sobre ese trasfondo, el nuevo Estatuto no era más que un entretenimiento electoral. CiU pedía el cielo, el mismo de siempre; eso sí, para después de las elecciones. También como siempre. Y los otros, lo mismo, pero antes, para dejar a cada cual en su sitio, y porque, a qué engañarse, no daban un duro por Zapatero. Acabadas las elecciones, las cosas volverían a donde estaban.

Nadie creía entonces que el juguete iba a durar mucho más. Porque, a pesar de vivir en el eco de su propia voz, ni los más trastornados ignoraban que tampoco esta vez la vida de verdad se rozaba con sus entretenimientos. Ramoneda lo escribía en aquellos días:
"Los catalanes están mucho más preocupados por el trabajo, por las pensiones, por la seguridad, por la inmigración, por la vivienda, por la carestía de la vida, por la sanidad y, en determinados momentos, por el terrorismo (...). Sin embargo, el principal debate que entretiene a la clase política catalana es la reforma del Estatuto (...). Se entiende por parte de la coalición nacionalista gobernante (...). Tampoco es extraño que Esquerra juegue esta carta (...). Es, sin embargo, difícil de comprender que entre al trapo el PSC. ¿A estas alturas todavía, de verdad, creen que necesitan competir en nacionalismo con Convergència i Unió?". En resumen, voluntad de la clase política.

La temperatura de
"la voluntad nacional" la tomaba una investigación realizada por diversas universidades: entre las autonomías investigadas tan sólo los andaluces se sentían más satisfechos con su nivel de autonomía. A comienzos de 2003, según el CIS, tener un mayor grado de autogobierno sólo preocupaba al 3,9% de los catalanes. Resultados que no se vieron desmentidos tres años más tarde, cuando, después de una campaña de propaganda sostenida y atosigante, lo que se presentaba como la respuesta a las demandas del pueblo catalán recibió el refrendo, sobre el total del censo, del 35% de los ciudadanos, con una participación de menos de la mitad de los ciudadanos, una cifra inferior a la de las elecciones en plena guerra en Afganistán. Por situarnos.

miércoles, noviembre 04, 2009

La estrecha puerta de la "Casa Gran"

¿Pero de dónde proviene esta extraña idea de que pueda haber auténticos catalanes y otros que son "falsos"? (ver). Está claro, del nacionalismo, incluso del moderado. Un ejemplo paradigmático es la "casa gran" de Convergència.

Con este proyecto Artur Mas pretendía conseguir algo que no le estaba permitido. Por eso no contentó a nadie dentro del nacionalismo catalán. Nos dijo que para ser catalán hace falta algo más que ser "administrativamente catalán", esto es, ser ciudadano catalán.

Pero claro, hace falta decir "qué" es ese más. Y si lo dice....pues quedaría a las clara que es una exclusión directa a la mitad de los catalanes. Desvelaría el trasfondo etnicista del nacionalismo ante toda la sociedad catalana y ésta mayoritariamente dejaría de tener ese consentimiento callado que hoy la adormece. Era una puerta muy, muy estrecha, para su "casa grande".

La solución es la que siempre dio el nacionalismo (casi que aquí pondría pujolismo, pues fue el gran paradigma de esto) en estos casos. En lugar de la afirmación clara, la ambigüedad estudiada. Para que así, aquellos que interesa entiendan lo que se quiere no se puede decir, pero que, a un tiempo, nunca se le pueda acusar a ellos de haberlo dicho.

Venía de: Los Catalanes de Mentira.