martes, octubre 09, 2007

Excusas uniformizadoras, Odio a la Diferencia

El nacionalista parte de unas premisas irracionales que nunca son expuestas al debate ni a la contrastación de la experiencia. Son premisas totalmente falsas y sin embargo se les da al pueblo como realidades incuestionables. Luego la discusión, alejada de estas premisas, se sitúa en cuestiones como “Quién es Nación”o a “la Nación X debe o no debe ser Estado”, etc...

El nacionalismo parte de que una lengua, una bandera, una cultura forman una Nación y a la inversa, un Nación está formada sólo por una única lengua, una única bandera, una única cultura... Las Naciones son además, según el nacionalismo, entidades homogéneas y los nacionalistas y la gente que cae en la trampa de sus falsas premisas ve a la Nación así, homogénea, por más que la realidad del día a día sea terca y les muestre su equivocación a cada momento, de la misma forma que los alumnos en la pizarra ven el círculo dibujado por el maestro totalmente redondo, por más que esté lleno de imperfecciones.

Una vez asumidas esas premisas contra-fácticas el resto es fácil:

Se dice; “Una Nación se define por tener una lengua propia”, se anulan mentalmente los hablantes de otras lenguas, como si no existiesen o como si fuesen meras contaminaciones contingentes de esa idealidad más perfecta. Se homogeniza la totalidad del territorio imaginariamente y uno dice; “Pues en Catalunya se da esta situación”.
Esta táctica era la misma que empleaba el rancio nacionalismo español, que minimizaba a los hablantes gallegos, vascos, catalanes, como anomalías contingentes para decir “España es una Nación y sólo una”.

Es paradójico pero esta uniformidad teórica sirve como coartada para uniformizar. Se dice; “como somos una Nación homogénea, estamos legitimados para acabar con las anomalías que contaminan esta nuestra homogeneidad ideal” (debemos tender a una Catalunya homogénea donde todos los catalanes hablemos sólo catalán). Pero esto, obviamente, es una contradicción en sí misma, pues si de verdad fuésemos un pueblo homogéneo no habría nada que uniformizar.

Si el nacionalismo de verdad defendiese las diferencias no procuraría, como hace, aplastar sus propias diferencias interiores.

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