Este pasado martes ha sido un día histórico para el Senado y en general para las instituciones españolas. Y me refiero al hecho de que, por primera vez y con normalidad, en el Senado se puedan utilizar las diferentes lenguas oficiales. Hay quien pueda pensar lo contrario, pero se trata, creo, de un gran triunfo del no-nacionalismo.
Es una magnífica noticia, que el Senado respete y reconozca las identidades culturales de todos en igualdad, aunque todavía limitada. Yo soy de los que piensa que no solo la "cámara de representación", sino también el Congreso -que también es una "cámara de representación"- debería visualizar la pluralidad y riqueza lingüística del país.
La principal objeción se ha referido al gasto que supone el mantenimiento de la traducción simultánea. Entiendo las reticencias, estando metidos en la crisis que estamos, pero dicho gasto no solo es irrisorio, teniendo en cuenta que hablamos de un Estado, sino que, según dicen, supone solo el 1% del total del presupuesto del Senado.
Conseguir el mismo efecto pedagógico que a la larga producirá la medida, tendría un coste muchísimo más elevado y unos resultados seguramente más cuestionables.
El catalán se hace oír en el Senado por primera vez en democracia
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