La democracia somos TODOS, también aquellos que no están en la plaza, también los que, por desacuerdos en algún punto ya se han desvinculado de esta lucha e incluso también los que nunca confiaron en ella (en mi opinión, más que por mala fe, como victimas del engaño mediático).
La democracia somos TODOS, y ha de incluir a todos. Por ello no se puede asambleariamente decidir por todos, porque eso acaba por desvirtuar la realidad. Igual de poco representativos somos 30 personas en una asamblea que 30 en el comité federal de un partido. Hemos de pensar en la sociedad entera, y eso exige que los acuerdos solo puedan aprobarse por UNANIMIDAD. Es ingenuo pensar que algo que ni en la plaza tiene unanimidad, al ser trasladado a la sociedad, va a tener una aprobación ni siquiera mayoritaria.
Hay que entender, ante todo, que lo que se hace al pedir democracia real, es un acto constitutivo y por lo tanto no partidario en ninguna opción concreta que no sea aquella que una a todo el pueblo en su diversidad ideológica, del mismo modo que lo es una Constitución, en la cuál no se pueden indicar, por ejemplo, que ha de gobernar un partido concreto o se ha de tomar como base su ideología, aunque sea el mayoritario, pues la Constitución ha de incluir a todas los ideas. La democracia ha de ser siempre inclusiva.
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