Ya tenemos nueva consigna a difundir por el nacionalismo: “La abstención no se cuenta”.
Axioma ad hoc imprescindible para el cinturón protector de toda su cosmovisión.
La propia web que ha montado la Generalitat ha asumido el axioma desde el principio. No ofrece porcentajes de participación, pero tampoco se limita a ofrecer los datos brutos. Sí ofrece porcentajes del voto emitido. Lo mismo hizo TV3 y todos los medios de la caverna nacionalista.
¿Pero, desde cuando la abstención no se cuenta?
La abstención no solo se ha contado y se cuenta siempre en cualquier elección o referéndum, sino que es el primer dato que se ofrece al cerrar los colegios electorales.
La abstención no sólo no es irrelevante sino que es la medida de la legitimidad de la votación realizada. Una abstención suficientemente elevada puede deslegitimar e incluso anular la votación completamente.
Recordemos como votaciones de años pasados con abstenciones del 40% crearon un clima de crisis política. Se cuestionaba a los partidos políticos y se hablaba de la gravedad de la desafección que afectaba al sistema.
Decían que un 80% de catalanes querían votar, pero no debían quererlo mucho cuando solo lo hicieron un 35%. La abstención en el 9N ha sido del 65%. ¿No les sirve eso a nuestro periodismo y propagandismo mediático para cuestionarse nada? Todo lo contrario, es un éxito de participación y una clara expresión de la voluntad catalana.
La abstención es tan importante que normalmente en referéndums de independencia se ponen unos mínimos de participación previos, que se han de cumplir para dar validez a la consulta. La propia Unión Europea exigió a Montenegro un mínimo del 55% de participación para validar la independencia. Pero es más, apenas hace un año en Convergència decían que para dar legitimidad a una consulta la participación mínima debía ser del 50%. La vicepresidenta de la Generalitat, Joana Ortega, iba mucho más allá y consideraba un 68% de participación el umbral mínimo.
“Si hay una participación de un 30%, pues oiga, a mí personalmente me parece que no es suficientemente importante como para legitimar este resultado. [...] A lo mejor habría que volver a replantearlo dentro de unos años, tampoco pasaría nada. [...] El resultado ha de ser suficientemente claro y la participación ha de ser suficientemente alta”.
Pero lo que es más de traca es que se vaya diciendo que la abstención no cuenta y al mismo tiempo estén cifrando la medida del éxito del 9N en la participación. 2.300.000 personas fueron a votar, dicen, y lo repiten una y otra vez. Pero abstención no es una medida diferente a participación, es solo su reverso, y esa medida se la callan. Yo se la digo, porque no la habrán oído en ningún medio. A pesar de que según ellos la actitud del Estado español fomentaba la participación (ahora dicen lo contrario) y que mucha gente no independentista que no votaría lo iba a hacer el 9N como voto de castigo a esa España, a pesar de que era el momento de demostrar que “volem votar” y que tan importante era eso para nosotros, 4.000.000 de catalanes no fuimos a votar.
Dicen que la abstención no se interpreta. No, señores moldeadores de la opinión catalana, la abstención siempre se interpreta y siempre lo habéis hecho. Pero veamos de dónde sacan la falacia.
Cuando se hace no un referéndum, sino unas elecciones partidistas, hay quien puede culpar de sus resultados a que sus votantes no se han movilizado. De forma que ellos en realidad representan más al país de lo que muestran los resultados. Esto resta legitimidad a la elección (no sería representativa). Por ello se dice que el voto del que se abstiene no puede ser utilizado por ninguna de las partes. Pero en realidad sí se hace habitualmente. Se dice por ejemplo que la izquierda es más abstencionista o que el partido que propone el cambio siempre moviliza más. Pero la cuestión es aceptar el resultado y no contar a esos potenciales votantes.
La abstención en estos casos sí se cuenta para otras cosas, como antes decía, es la medida de legitimidad o de desafección política de la ciudadanía. Y es una medida básica.
Cuando en lugar de unas elecciones partidistas la elección de la que se trata es un referéndum la medida de la participación es básica, tanto como el resultado. Aquí tenemos un ejemplo claro de cómo se desestimo el resultado de la Consulta de la Diagonal por su baja participación (12%) y cómo por ello tuvo que dimitir el Primer Teniente Alcalde y cómo le costó la carrera al propio alcalde Jordi Hereu. En un referéndum las opciones no son una multitud de partidos, sino una cuestión. Si la cuestión no interesa o directamente el referéndum no es aceptado, es un factor tan decisivo o más que la propia respuesta a la cuestión. Pero eso aún se multiplica por 100 si los propios promotores de la consulta, desde el principio pero aún hoy, identifican el éxito del proceso no tanto en el resultado como en la participación. Es tan absurdo que da vergüenza explicitarlo: No es lo mismo acabar una carrera en 5º lugar cuando corren 100 que cuando corren 5 personas.
1 comentario:
Vaya mierda de argumento
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