DESTINO: CATALUNYA MONOLINGÜE. (IV)
Cuando dos personas entran en diálogo se crean en ambos una serie de presuposiciones sobre el otro que no son explicitadas. Esto sucede incluso entre personas que se conocen (aunque habrá menos que “presuponer”).
Algunas de estas presuposiciones no las damos por indudables, pero actuamos como si así fuese, por pura precaución. Podemos, por ejemplo, presuponer que nuestro interlocutor se tomará a mal cualquier comentario sobre su aumento de peso y no diremos nada sobre ello aunque nos haya llamado mucho la atención. Puede ser que nuestro interlocutor no considere en absoluto, ese un tema “tabú” y sea totalmente consciente y capaz de tratarlo con absoluta normalidad. Ante la duda, lo más prudente es ponernos en que nuestro contertulio está por lo peor, no acepta su aumento de peso y se enfadará con nosotros si sacamos el tema.
Pero no sólo presuponemos cosas sobre el otro. Presuponemos aquello que el otro presupone de nosotros. Así, si nuestro interlocutor es consciente de que su cambio de peso es muy evidente, supondrá que nos hemos fijado y presupondrá que callamos porque pensamos que le puede afectar. Y si no es así, es posible que saque él mismo el tema a conversación, para demostrar que lo acepta con naturalidad (y que dejemos de presuponer que le afecta), a pesar de que en ese momento quizá no le apetezca hacerlo.
Uno de los principales motivos que producen el “cambio lingüístico” del catalano-parlante al castellano se basa en ese mecanismo. Incluso, o diría que especialmente, en el convencido ideológicamente de que “tiene el deber” de hablar siempre catalán y que no “debe” cambiar al castellano con contertulios de este idioma.
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