martes, octubre 21, 2008

La dignidad de las uñas de los pies.

El nacimiento de un bebé cuyo cordón umbilical permitirá la curación de su hermano mayor ha sido utilizado por la Conferencia Episcopal para condenar la eliminación de los embriones que no eran compatibles genéticamente.

La
"vida es Sagrada" pero la salvación de un niño (posible gracias a una ley que, recordemos, fue apoyada por todos los partidos excepto el PP y la Unió Democràtica del Sr. Duran i Lleida) no está por encima en este caso de la "dignidad de embriones humanos". Los embriones ahora tienen "dignidad" aunque no siempre usen traje y corbata. Puestos a repartir dignidades, es de suponer que también ha de tenerla el óvulo, antes de ser embrión, como la tiene el embrión antes de ser niño. Y así no es extraño que antaño, las mujeres fuesen consideradas "impuras", pues mensualmente matan a un niño, todo por no fecundar cada uno de sus dignos óvulos.

Pero los hay que aún dan razones a estos disparates, y así el parlamento suizo ha aprobado una ley para proteger la "dignidad de las plantas". Claro, argumentan, "es inmoral
decapitar plantas sin un motivo racional." Y yo añadiría aún más, no sólo es inmoral, es por definición imposible "cortar la cabeza" (decapitar) a una planta. Pero claro, si usamos ciertas metáforas, la cosa suena peor (¿llamamos a los podadores "mutiladores de plantas"?).

Deberíamos vigilar más lo que hacemos con las palabras. Porque si todo tiene "dignidad" la
dignidad deja de tener valor, la dignidad no vale nada, y así estamos donde al principio, las personas sin dignidad, o al nivel de plantas o de conglomerados pluricelulares.

martes, octubre 14, 2008

El final del bilingüísmo

DESTINO: CATALUNYA MONOLINGÜE. (VI)

Cuando se lanza una campaña que pretende modificar los comportamientos de los ciudadanos lo mínimo que se ha de explicar es cuál es el fin que se persigue.

Si lo que se persigue es que cualquier catalán pueda vivir "plenament en català" la campaña se debería enfocar claramente a potenciar el respeto a cualquier opción e intentar anular cualquier género de "obligación moral lingüística tácita" por cualquiera de las partes. Ello supone también que la campaña destacase como igualmente respetable y legítimo la opción por "vivir plenamente en castellano". Esta sería la opción por la convivencia de las diferentes identidades en el respeto y la comprensión.

Pero si lo que se quiere es que todos los catalanes hagamos del catalán nuestra lengua de expresión habitual, que es lo que Carod-Rovira da a entender, ello supone una coacción moral sobre los castellano-parlantes, y una exigencia a estos por parte de los catalano-parlantes que se vean influenciados por dicho pensamiento. Supone un peligro para la cohesión social en Catalunya y de llegar a tener éxito supone la desaparición del bilingüísmo en Catalunya. Y esto por un mecanismo muy sencillo. Si ante el encuentro de dos personas que se pueden expresar habitualmente en las dos lengua, por mucho que una de ellas tenga el castellano como "propio", lo moral (y lo acostumbrado, por cierto) es el uso por parte de ambos del catalán y no del castellano, una vez que toda la población se pueda expresar mínimamente en catalán, ya no habrá nadie que utilice el castellano en Catalunya. El castellano entonces pasará a ser una segunda lengua (como pueda serlo el inglés) útil sólo para viajar fuera de Catalunya. Todos los niños tendrán entonces el catalán como lengua materna.

Con el tiempo el uso del castellano será tan poco habitual como pueda serlo el francés o el inglés. Y el nivel de expresión será por lo tanto similar. Estaremos hablando de una Catalunya monolingüe con gente que sabe más o menos idiomas a un peor o mejor nivel. Es fácil entender que el paso de los años convertirá a nuestra peculiar sociedad en idéntica a cualquier otra monolingüe de nuestro entorno. La Normalització se habrá consumado. Los viejos cánticos del nacionalismo, glosando el bilingüísmo, se habrán olvidado. De hecho cada vez más rehuyen de este concepto incluso hoy.

La pervivencia del bilingüísmo necesita, necesariamente, de dos grupos lingüísticos diferenciados. Esto no supone ningún riesgo para la "cohesión" de la sociedad, si es aceptado por todos con mutuo respeto y ambos grupos no son "colectivos" diferenciados sino un sólo colectivo con prácticas lingüísticas diversas, y la prueba está en la sociedad catalana de hoy. Tener una identidad lingüística diferenciada no supone mayor problema (cuando ambos entienden ambas lenguas) que tener identidades religiosas, sexuales, o de cualquier otro tipo diferentes. Cada uno tiene la suya y el único riesgo es instaurar la intolerancia hacia una de ellas.

Si lo que se pretende es eso que digo, que todos seamos "catalano-parlantes" en "la calle" debería anunciarse claramente y no engañar a la sociedad. Pero claro, algo así no puede ser directamente enunciado, al menos por un partido como el PSC-PSOE que corre con el riesgo de perder en el trance a toda su masa de votantes. No es tan difícil para ERC que puede expresarlo, aunque lo haga de forma más o menos velada para no llamar la atención de aquellos que no son sus votantes con un escándalo que deje demasiado a las claras su intención y movilice un frente imposible de detener.

viernes, octubre 03, 2008

Criminalización del uso social del castellano.

(Viene de Presunciones en el diálogo).

DESTINO: CATALUNYA MONOLINGÜE. (V)


Los hablantes son conscientes de las diversas actitudes sobre la lengua que hay en la sociedad, pero como decíamos, la prudencia les hace ponerse en lo peor, al menos en lo peor que crean más generalizado.

Así, un catalano-parlante que se encuentre con alguien que le conteste en castellano, aunque él continúe en catalán, acabará pensando "va a creer que soy un radical", y es muy probable que cambie al castellano, aunque ideológicamente piense que hace mal. Una política del respeto a las libertades de todos los ciudadanos debería promover la tolerancia hacia todas las actitudes, y por lo tanto son necesarias campañas en que la elección personal de vivir "plenament en català", sea por los motivos personales que sean, sea respetada y lo que debe ser reprimido son las actitudes intolerantes. De modo que esta percepción de "va a creer que soy un radical" sea tan escasa que desaparezca.

Las políticas lingüísticas llevadas en este país, han sido dirigidas en cambio a transmitir a la sociedad no que los ciudadanos tienen derechos usar libremente catalán o castellano, sino a que hay una
obligación moral de hablar en catalán, que su uso no debe ser normal en quien la tiene como propia, sino que es la lengua que debemos usar socialmente incluso los que tenemos una identidad lingüística diferente. Que el que use el castellano, aunque sea un catalán de varias generaciones, no está integrado(?).

Todo esto, junto a la criminalización que se ha hecho de la defensa del castellano, con el intento de identificar a aquel que defiende la libertad de desenvolverse vitalmente en esa lengua, directamente con un intolerante, un reaccionario, hacen que cada vez más cuando alguien responde en castellano a una interlocución en catalán se piense de él que es un "anti-patriota", insolidario o directamente un
franquista. Naturalmente esta visión también es recibida, por el castellano-parlante, que si no es una persona especialmente comprometida (y en esto, la lengua catalana tiene 100 veces ganada la batalla) o por debilidad simplemente, quiere distanciarse de esa imagen, acabará por cambiar y dejar de hablar su lengua, cediendo a la cosmovisión del nacionalismo catalán. Y esto aunque personalmente crea que la "normalidad" es que cada uno hable su lengua.

De hecho, la machacona concienciación que desde el poder se está haciendo está convirtiendo en esta situación en cada día más habitual, de forma que hay catalanes que se excusan por usar el castellano
"es que no hablo del todo bien el catalán" como si tuviésemos que pedir excusas por usar una lengua que ya era común en Catalunya desde mucho antes de que naciese cualquier contertulio que se nos pueda presentar. Pedir excusas porque fuimos amamantados con otra lengua, aunque en el mismo país que ellos.

Pero incluso contra esa salida (hay gente que pasa ese requisito, se disculpa, y continúa tan tranquilo en castellano) el poder está intentando poner remedio, con campañas como las de la "Queta" o lo que decía Carod,
"se ha de hablar aunque sea mal". Lo que transforma al que no lo habla en un radical. Hágase la prueba, digale a un nacionalista (como lo puedo decir yo y un altísimo porcentaje de catalanes) que "sé hablar igual de bien en catalán pero creo que me he de expresar en mi lengua que es igual de propia". Verá como la respuesta no es la misma que si una catalano-parlante dice lo mismo referente al castellano (y lo digo por experiencia).

El problema es que la lengua, como dicen los mismos nacionalistas, nos da identidad como personas, y el cambio no es tan sencillo. Lo que provocará inevitables tensiones, porque un sector verá como intolerable esa encabezamiento en usar esa "llengua de imposició" y otros no aceptarán facilmente el rechazo a su lengua, a su forma de ser. Contra más se estire la cuerda más radicales se verán unos a otros y entonces sí, peligrará la "cohesió". Pero tranquilos, los medios seguirán diciendo que la culpa es de los que no aceptan que el castellano es una lengua foránea.

jueves, octubre 02, 2008

Presunciones en el diálogo.

DESTINO: CATALUNYA MONOLINGÜE. (IV)

Cuando dos personas entran en diálogo se crean en ambos una serie de presuposiciones sobre el otro que no son explicitadas. Esto sucede incluso entre personas que se conocen (aunque habrá menos que “presuponer”).

Algunas de estas presuposiciones no las damos por indudables, pero actuamos como si así fuese, por pura precaución. Podemos, por ejemplo, presuponer que nuestro interlocutor se tomará a mal cualquier comentario sobre su aumento de peso y no diremos nada sobre ello aunque nos haya llamado mucho la atención. Puede ser que nuestro interlocutor no considere en absoluto, ese un tema “tabú” y sea totalmente consciente y capaz de tratarlo con absoluta normalidad. Ante la duda, lo más prudente es ponernos en que nuestro contertulio está por lo peor, no acepta su aumento de peso y se enfadará con nosotros si sacamos el tema.

Pero no sólo presuponemos cosas sobre el otro. Presuponemos aquello que el otro presupone de nosotros. Así, si nuestro interlocutor es consciente de que su cambio de peso es muy evidente, supondrá que nos hemos fijado y presupondrá que callamos porque pensamos que le puede afectar. Y si no es así, es posible que saque él mismo el tema a conversación, para demostrar que lo acepta con naturalidad (y que dejemos de presuponer que le afecta), a pesar de que en ese momento quizá no le apetezca hacerlo.

Uno de los principales motivos que producen el “cambio lingüístico” del catalano-parlante al castellano se basa en ese mecanismo. Incluso, o diría que especialmente, en el convencido ideológicamente de que “tiene el deber” de hablar siempre catalán y que no “debe” cambiar al castellano con contertulios de este idioma.