viernes, diciembre 11, 2009

Demasiadas historias

por Antonio Muñoz Molina.

"El pasado puede usarse para casi cualquier cosa que uno quiera hacer en el presente"
, dice la historiadora Margaret MacMillan (...)

Su último libro, Dangerous Games, trata de la Historia en sí: del modo en que se la usa y en que se abusa de ella, en que se la manipula para justificar una matanza o una guerra o el poder de un tirano, en que se la sustituye por leyendas urdidas para alimentar el narcisismo colectivo, para envejecer y ennoblecer un pasado que no tuvo nada de ejemplar ni de glorioso o que sencillamente no existió. "Usamos la Historia para entendernos a nosotros mismos y deberíamos usarla para entender a otros", escribe MacMillan, pero el catálogo de desatinos que ella misma enumera le da a uno una idea más bien pesimista de la actitud humana hacia el conocimiento de la verdad. Los nacionalistas serbios viven obsesionados por una confusa derrota militar de 1389 que en los años noventa del siglo pasado servía para convertir a los verdugos en víctimas y para justificar la llamada limpieza étnica, la matanza de bosnios musulmanes cuya culpa se mantenía intacta desde que en el siglo XIV se pusieron de parte del imperio otomano. Organizaciones de veteranos de las fuerzas aéreas canadienses lograron que se clausurara una exposición en la que se ponía en duda la eficacia, por no hablar la legitimidad, de los bombardeos que arrasaban las ciudades alemanas en la Segunda Guerra Mundial sin más objetivo que aterrorizar a la población civil.
(...)

Los inventores de patrias no se cansan de repetir la leyenda del pueblo ancestral que se ha mantenido idéntico desde los tiempos más remotos y a la vez es un modelo de modernidad y cosmopolitismo acogedor, que ha sufrido sin doblegarse la opresión de un poder forastero y enemigo, el cual tiene la culpa de todas sus desgracias, y además es grosero, atrasado, arrogante, en muchos casos español.

Este último rasgo, la censurable españolidad, lo apunto yo, no Margaret MacMillan, pero tengo la sospecha de que si pasara unas semanas en nuestro país sacaría materia suficiente para otro libro entero. Ella dice que el estudio riguroso de la historia es necesario para desbaratar las mentiras sobre ella que cuentan los políticos. El relato de lo que sabemos a ciencia cierta que pasó, la causalidad, la secuencia de los hechos, asegura MacMillan, tiene una fuerza que desbarata por sí sola el atractivo del engaño. Pero quizás hay un grado de efervescencia en los delirios colectivos sobre el pasado que vuelve indecible o inverosímil la verdad.

Fuente: Babelia

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