El texto que transcribo a continuación es un texto académico, muy descriptivo del funcionamiento socio-político en sociedades plurales, que podía (y puede) ser leído desde la óptica "catalanista" en tiempos pasados, pero que leído en clave interna en la Catalunya de hoy, y aplicado a la situación del castellano, coge un curioso sentido inaceptable para aquellos nacionalistas despistados que en un primer momento lo aplaudirían.
"En líneas generales podemos decir que una sociedad multicultural es aquélla en cuyo seno existen grupos que se distinguen entre sí sobre la base de criterios con gran fuerza social divisoria, como son los criterios de pertenencia etno-raciales, etno-nacionales, religiosos y/o lingüísticos. Normalmente, en toda sociedad con estas características hay un grupo dominante, que suele ser el que posee las mayores cuotas de poder político y económico. En estas sociedades suele haber una tendencia a reducir o eliminar la diferencia cultural que representan los grupos minoritarios o menos poderosos. De hecho, precisamente es percibida como tal diferencia sólo desde la óptica de la “cultura dominante” al compararla con las características de ésta.
Dentro de las opciones de reducción o eliminación de la diferencia cultural, la eliminación física de algunos grupos –conocida como limpieza étnica- es un caso extremo abominable.
Cuando el exterminio no es la opción, en algunas sociedades se opta por la expulsión. Pero son mucho más frecuentes, aparte de mucho más eficaces a largo plazo y más correctos moral y políticamente hablando, otros procesos más sutiles para eliminar o reducir las diferencias culturales. Estos procesos son muy diversos, pero podemos agruparlos bajo el nombre de “asimilacionismo”.
Podemos definir el asimilacionismo como un paradigma, un sistema de pensamiento y de acción política basado en la creencia de que hay un código cultural, el que sostiene el grupo dominante y/o mayoritario, que es socialmente –e incluso moralmente- superior a los demás, o dicho de otro modo, la creencia de que existe una forma de hacer las cosas, de organizar la vida, que es la más correcta, adecuada y conveniente para el conjunto de la sociedad. A partir de esa creencia fundacional –no necesariamente formulada de manera explícita-, el asimilacionismo se traduce en políticas, programas y medidas de intervención en todos los ámbitos de la sociedad, especialmente en los que más relación tienen con la reproducción ideológica de la misma, como es la educación. Todas esas acciones persiguen un mismo objetivo, a saber, lograr que quienes son diferentes respecto a la mayoría dominante - diferentes según un criterio etno-racial, etno-nacional, religioso o lingüístico- dejen de serlo o lo sean menos, aproximándose a las formas culturales de la mayoría dominante, asimilándose a ella. Estas acciones asimiladoras suelen ir dirigidas hacia los grupos étnicos aborígenes (por ejemplo, los indios nativos de Norteamérica), los grupos de inmigrantes (por ejemplo, los turcos en Alemania o los argelinos en Francia), o los grupos étnicos minoritarios “tradicionales” en un territorio estatal (por ejemplo, los gitanos en España).
Como tal paradigma, no necesita ser verbalizado continuamente, ni mucha articulación o argumentaciones complejas para hacerse imponer. Simplemente penetra en todas las esferas de la vida social y, por supuesto, en la mente de los actores sociales. Históricamente, en las sociedades multiculturales –recordemos que todas lo han sido, en mayor o menor grado- han tenido lugar este tipo de procesos asimilacionistas. Bien por inercias estructurales no intencionadas, que derivan del funcionamiento general de la misma sociedad o de la posición del grupo dominante en ella, o bien por estrategias planificadas por parte de éste, lo cierto es que el asimilacionismo –como discurso y como práctica política- ha sido la primera acción “natural” que el cuerpo social dominante ha ejercido ante la multiculturalidad."
"En líneas generales podemos decir que una sociedad multicultural es aquélla en cuyo seno existen grupos que se distinguen entre sí sobre la base de criterios con gran fuerza social divisoria, como son los criterios de pertenencia etno-raciales, etno-nacionales, religiosos y/o lingüísticos. Normalmente, en toda sociedad con estas características hay un grupo dominante, que suele ser el que posee las mayores cuotas de poder político y económico. En estas sociedades suele haber una tendencia a reducir o eliminar la diferencia cultural que representan los grupos minoritarios o menos poderosos. De hecho, precisamente es percibida como tal diferencia sólo desde la óptica de la “cultura dominante” al compararla con las características de ésta.
Dentro de las opciones de reducción o eliminación de la diferencia cultural, la eliminación física de algunos grupos –conocida como limpieza étnica- es un caso extremo abominable.
Cuando el exterminio no es la opción, en algunas sociedades se opta por la expulsión. Pero son mucho más frecuentes, aparte de mucho más eficaces a largo plazo y más correctos moral y políticamente hablando, otros procesos más sutiles para eliminar o reducir las diferencias culturales. Estos procesos son muy diversos, pero podemos agruparlos bajo el nombre de “asimilacionismo”.
Podemos definir el asimilacionismo como un paradigma, un sistema de pensamiento y de acción política basado en la creencia de que hay un código cultural, el que sostiene el grupo dominante y/o mayoritario, que es socialmente –e incluso moralmente- superior a los demás, o dicho de otro modo, la creencia de que existe una forma de hacer las cosas, de organizar la vida, que es la más correcta, adecuada y conveniente para el conjunto de la sociedad. A partir de esa creencia fundacional –no necesariamente formulada de manera explícita-, el asimilacionismo se traduce en políticas, programas y medidas de intervención en todos los ámbitos de la sociedad, especialmente en los que más relación tienen con la reproducción ideológica de la misma, como es la educación. Todas esas acciones persiguen un mismo objetivo, a saber, lograr que quienes son diferentes respecto a la mayoría dominante - diferentes según un criterio etno-racial, etno-nacional, religioso o lingüístico- dejen de serlo o lo sean menos, aproximándose a las formas culturales de la mayoría dominante, asimilándose a ella. Estas acciones asimiladoras suelen ir dirigidas hacia los grupos étnicos aborígenes (por ejemplo, los indios nativos de Norteamérica), los grupos de inmigrantes (por ejemplo, los turcos en Alemania o los argelinos en Francia), o los grupos étnicos minoritarios “tradicionales” en un territorio estatal (por ejemplo, los gitanos en España).
Como tal paradigma, no necesita ser verbalizado continuamente, ni mucha articulación o argumentaciones complejas para hacerse imponer. Simplemente penetra en todas las esferas de la vida social y, por supuesto, en la mente de los actores sociales. Históricamente, en las sociedades multiculturales –recordemos que todas lo han sido, en mayor o menor grado- han tenido lugar este tipo de procesos asimilacionistas. Bien por inercias estructurales no intencionadas, que derivan del funcionamiento general de la misma sociedad o de la posición del grupo dominante en ella, o bien por estrategias planificadas por parte de éste, lo cierto es que el asimilacionismo –como discurso y como práctica política- ha sido la primera acción “natural” que el cuerpo social dominante ha ejercido ante la multiculturalidad."
(El texto pertenece a Sobre el significado y los usos de los conceptos de “interculturalidad” y “multiculturalidad” del profesor de la Universidad de Almería, Rafael Pulido Moyano. Los subrayados son míos)
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