De entre los tópicos a los que el argumentario nacionalista acude de un tiempo a esta parte está el de la “cohesión”. Es muy chocante, porque hace sólo unos pocos años hubiese sido impensable la utilización de este concepto. Para ello ha sido necesario una amplia difusión y monopolio del paradigma nacionalista, que divide el mundo en unas naciones claramente definidas y declara que Catalunya lo es y España no. Antes de ello, hubiese sido ridículo que precisamente el nacionalismo que exaltaba la defensa de las diferencias hablase de “cohesión”.
Pero hoy, en cosas cualquier cosa que amenace ese monopolio nacionalista, como la educación, la lengua o la inmigración, las diferencias (individuales) lejos de ser defendidas son criminalizadas en virtud de eso que llaman “cohesión”. Resulta que hoy la cohesión es un bien incuestionable, que justifica cualquier abuso. Lo increíble es que en defensa de esa “cohesión” precisamente se busque potenciar aquellos aspectos en los que la mitad de la población es diferente.
La cohesión, contra lo que nos dice el nacionalismo imperante, habría de basarse en una tolerancia de las diferencias entre los ciudadanos, en aprender a respetarse mutuamente y no en un intento de poner unas características por encima de otras, cosa que a largo plazo siempre generará un rechazo que ha de llevar a la des-cohesión.
Los nacionalistas olvidan que ya hay cosas que nos unen como pueblo, que no se han de inventar factores cohesionadores. Nos une vivir en un mismo pueblo, al compartir el territorio donde vivimos. Nos une el interés de que éste sea próspero. Nos unen culturas hermanas (más que hermanas, gemelas diría yo). Nos unen las circunstancias de día a día, las cosas que hemos vivido juntos (Que siempre nos hemos vivido juntos). En realidad son mínimas las cosas que nos separan.
De hecho es una falacia buscar factores cohesionadores, porque ya estamos cohesionados. Cuando estamos con un amigo no lo distinguimos porque hable castellano o catalán. Lo distinguiremos por que un día nos sacó de un apuro o nos dejó tirados, porque es un pesado o muy simpático. La realidad catalana actual es así, está cohesionada de hecho. No necesita factores cohesionadores que consistan en forzar a una parte de la población en dejar de ser como es. Difícilmente esto sería “cohesionador”, si no es la cohesión del engrudo , del estar aplastados, prensados los unos contra otros sin libertad de movimientos.
Pero hoy, en cosas cualquier cosa que amenace ese monopolio nacionalista, como la educación, la lengua o la inmigración, las diferencias (individuales) lejos de ser defendidas son criminalizadas en virtud de eso que llaman “cohesión”. Resulta que hoy la cohesión es un bien incuestionable, que justifica cualquier abuso. Lo increíble es que en defensa de esa “cohesión” precisamente se busque potenciar aquellos aspectos en los que la mitad de la población es diferente.
La cohesión, contra lo que nos dice el nacionalismo imperante, habría de basarse en una tolerancia de las diferencias entre los ciudadanos, en aprender a respetarse mutuamente y no en un intento de poner unas características por encima de otras, cosa que a largo plazo siempre generará un rechazo que ha de llevar a la des-cohesión.
Los nacionalistas olvidan que ya hay cosas que nos unen como pueblo, que no se han de inventar factores cohesionadores. Nos une vivir en un mismo pueblo, al compartir el territorio donde vivimos. Nos une el interés de que éste sea próspero. Nos unen culturas hermanas (más que hermanas, gemelas diría yo). Nos unen las circunstancias de día a día, las cosas que hemos vivido juntos (Que siempre nos hemos vivido juntos). En realidad son mínimas las cosas que nos separan.
De hecho es una falacia buscar factores cohesionadores, porque ya estamos cohesionados. Cuando estamos con un amigo no lo distinguimos porque hable castellano o catalán. Lo distinguiremos por que un día nos sacó de un apuro o nos dejó tirados, porque es un pesado o muy simpático. La realidad catalana actual es así, está cohesionada de hecho. No necesita factores cohesionadores que consistan en forzar a una parte de la población en dejar de ser como es. Difícilmente esto sería “cohesionador”, si no es la cohesión del engrudo , del estar aplastados, prensados los unos contra otros sin libertad de movimientos.
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