Un importante avance para que llegase a la gente con claridad lo que supone el no-nacionalismo sería que emergiese un nacionalismo español (por supuesto democrático) y sobretodo, declarado.
Claro que ello es muy difícil, dada la situación política hoy, pues a los grandes partidos nacionales (PP y PSOE) les sale más a cuenta la ambigüedad, que puestos a hacer les permite en cualquier momento defender una tesis junto a otra incompatible, o una cosa aquí y otra allá. Más les vale sugerir, de forma que el simpatizante con tendencia españolista siempre verá a su partido como defendiendo sus tesis, aún cuando hagan lo contrario, que siempre puede ser justificado por negación de la evidencia, por creer que las cosas no son lo que parecen o por necesidad práctica del momento. Del mismo modo les podrá votar el nacionalista periférico más moderado (aunque de estos, me temo, cada vez les van quedando menos, pues se van sumando al nacionalismo explícito de los partidos que llamamos "nacionalistas", o les podrá votar una mayoría (presumo) de nacionalismo español tibio o inexistente, un no-nacionalismo, qué se habría de matizar, no siempre es consistente.
Se necesitaría para ello, además, que los políticos que tenemos fuesen a la par de sinceros, valientes, para explicitar sus posiciones y alejarse de ese españolismo acomplejado, que al contrario que todo nacionalismo, en vez de hacer exaltación de sí mismo,en vez de mostrarse, de exhibirse, se esconde y avergüenza de sí mismo. Como el puritano ante los malos pensamientos, que tenerlos los tiene, pero se los niega y se autoflagela por ello.
No se me entienda mal. No niego con eso de que emerja un españolismo democrático que el españolismo ya exista. Incluso que se den muestras claras muchas veces de él. Lo que sucede es que está en un ciclo muy diferente al que encontramos a los nacionalismos periféricos. El nacionalismo periférico es, hoy día un "nacionalismo ofensivo" (lo cual no quiere decir que siempre lo haya sido ni que pueda dejar de serlo). Con "nacionalismo ofensivo" me refiero a que está en fase expansiva, activa (y activista). Busca ganar terreno.
Por contra, el nacionalismo español está hoy en fase defensiva, es un "nacionalismo defensivo" que básicamente lo que pretende es defender las posiciones ganadas. Sean cuales sean. Pero no se atreve, por miedo a ser etiquetados de reaccionarios o "franquistas" (la dictadura significó para el españolismo una etapa de "nacionalismo ofensivo") a intentar "ganar posiciones". Es un nacionalismo, en la inmensa mayoría de los casos, conformista.
Con ello no entro en valoraciones desde el punto de vista del "no-nacionalismo" (o postnacionalismo). Quiero decir que una reclamación concreta del "nacionalismo ofensivo" puede ser, desde el punto de vista del no-nacionalista, completamente justificada (por ejemplo la defensa del catalán en aquellos ámbitos en los que continúa minorizado) al igual que puede estarlo un amurallamiento del "nacionalismo defensivo" (por ejemplo la defensa de una subsistencia del castellano en las educación).
Con esta diferenciación no quiero dar a entender que se trata de una distinción "absoluta". Simplemente de una consideración a grandes rasgos que creo diferencia como se comportan hoy el españolismo y el nacionalismo periférico, y repito que no hay necesidad en ello y que siempre estamos expuestos a un giro de la tortilla en cuanto una de las posiciones gane o pierda confianza (o tenga más o menos que perder), . Por supuesto hay nacionalismo español ofensivo (y desacomplejado por ejemplo en grupúsculos ultras) incluso en algunas actitudes de PSOE o PP. Y por supuesto hay ocasiones (y grupos sociales) en que el nacionalismo periférico toma la forma de un "nacionalismo defensivo". Pero son casos más excepcionales.
La función del no-nacionalismo debiera ser siempre desenmascarar unos y otros, y desacomplejadamente defender las posturas que señala la neutralidad, la laicidad identitaria, aunque para ello se coincida con una u otra postura, en cada caso concreto. Pero señalando siempre cual es su objetivo final, la consecución de unas instituciones equitativas, postnacionales. Que es lícito que una postura gane terreno (sea ofensiva) cuando está en un aspecto infra-representada. Pero sólo hasta conseguir la igualdad en ese aspecto, y nunca aprovechando una posición de fuerza, para conseguir un ventajismo a todas luces injusto para cualquiera que de verdad se considere ecuánime.
Claro que ello es muy difícil, dada la situación política hoy, pues a los grandes partidos nacionales (PP y PSOE) les sale más a cuenta la ambigüedad, que puestos a hacer les permite en cualquier momento defender una tesis junto a otra incompatible, o una cosa aquí y otra allá. Más les vale sugerir, de forma que el simpatizante con tendencia españolista siempre verá a su partido como defendiendo sus tesis, aún cuando hagan lo contrario, que siempre puede ser justificado por negación de la evidencia, por creer que las cosas no son lo que parecen o por necesidad práctica del momento. Del mismo modo les podrá votar el nacionalista periférico más moderado (aunque de estos, me temo, cada vez les van quedando menos, pues se van sumando al nacionalismo explícito de los partidos que llamamos "nacionalistas", o les podrá votar una mayoría (presumo) de nacionalismo español tibio o inexistente, un no-nacionalismo, qué se habría de matizar, no siempre es consistente.
Se necesitaría para ello, además, que los políticos que tenemos fuesen a la par de sinceros, valientes, para explicitar sus posiciones y alejarse de ese españolismo acomplejado, que al contrario que todo nacionalismo, en vez de hacer exaltación de sí mismo,en vez de mostrarse, de exhibirse, se esconde y avergüenza de sí mismo. Como el puritano ante los malos pensamientos, que tenerlos los tiene, pero se los niega y se autoflagela por ello.
No se me entienda mal. No niego con eso de que emerja un españolismo democrático que el españolismo ya exista. Incluso que se den muestras claras muchas veces de él. Lo que sucede es que está en un ciclo muy diferente al que encontramos a los nacionalismos periféricos. El nacionalismo periférico es, hoy día un "nacionalismo ofensivo" (lo cual no quiere decir que siempre lo haya sido ni que pueda dejar de serlo). Con "nacionalismo ofensivo" me refiero a que está en fase expansiva, activa (y activista). Busca ganar terreno.
Por contra, el nacionalismo español está hoy en fase defensiva, es un "nacionalismo defensivo" que básicamente lo que pretende es defender las posiciones ganadas. Sean cuales sean. Pero no se atreve, por miedo a ser etiquetados de reaccionarios o "franquistas" (la dictadura significó para el españolismo una etapa de "nacionalismo ofensivo") a intentar "ganar posiciones". Es un nacionalismo, en la inmensa mayoría de los casos, conformista.
Con ello no entro en valoraciones desde el punto de vista del "no-nacionalismo" (o postnacionalismo). Quiero decir que una reclamación concreta del "nacionalismo ofensivo" puede ser, desde el punto de vista del no-nacionalista, completamente justificada (por ejemplo la defensa del catalán en aquellos ámbitos en los que continúa minorizado) al igual que puede estarlo un amurallamiento del "nacionalismo defensivo" (por ejemplo la defensa de una subsistencia del castellano en las educación).
Con esta diferenciación no quiero dar a entender que se trata de una distinción "absoluta". Simplemente de una consideración a grandes rasgos que creo diferencia como se comportan hoy el españolismo y el nacionalismo periférico, y repito que no hay necesidad en ello y que siempre estamos expuestos a un giro de la tortilla en cuanto una de las posiciones gane o pierda confianza (o tenga más o menos que perder), . Por supuesto hay nacionalismo español ofensivo (y desacomplejado por ejemplo en grupúsculos ultras) incluso en algunas actitudes de PSOE o PP. Y por supuesto hay ocasiones (y grupos sociales) en que el nacionalismo periférico toma la forma de un "nacionalismo defensivo". Pero son casos más excepcionales.
La función del no-nacionalismo debiera ser siempre desenmascarar unos y otros, y desacomplejadamente defender las posturas que señala la neutralidad, la laicidad identitaria, aunque para ello se coincida con una u otra postura, en cada caso concreto. Pero señalando siempre cual es su objetivo final, la consecución de unas instituciones equitativas, postnacionales. Que es lícito que una postura gane terreno (sea ofensiva) cuando está en un aspecto infra-representada. Pero sólo hasta conseguir la igualdad en ese aspecto, y nunca aprovechando una posición de fuerza, para conseguir un ventajismo a todas luces injusto para cualquiera que de verdad se considere ecuánime.
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