Lo más grave del reciente “Pacte per a la Immigració” es sin duda que posterga las difíciles circunstancias de las personas recién llegadas, las que en peor situación están y las que con más problemas se encuentran en nuestra sociedad, para sumarles uno más, por el bien del ideal patriótico homogenizador de algunos.
La consellera de Acció Social i Ciutadania, Carme Capdevila ha declarado que la lengua de acogida "no puede ser otra" que el catalán. Qué le importa a ella si el inmigrante vive en un barrio donde todo el mundo se expresa básicamente en castellano, qué le importa si va a necesitar esta lengua para “integrarse”. “Integrarse” realmente, allá donde la gente se integra, en su barrio, en su pueblo, y no en la “Catalunya ficticia" de los políticos. Que se ponga este recién llegado primero a estudiar la “llengua d'integració” a la Patria, y las dificultades reales de integración, el cacao mental de la persona, la que ríe, llora y sufre, su sentimiento de impotencia, todo eso...¡pues no haber venido!
La conformación de un equipo de “inspectores de catalanidad” que al parecer es la fórmula escogida, donde lo que se le valora a alguien es si lleva bien calada la barretina, donde lo valorado son méritos culturales y no cívicos, va a poner a Catalunya a la cabeza del conservadurismo reaccionario de Europa.
Carme Capdevila asegura para justificarse que la gente "quiere vivir en una sociedad diversa, no en una diversidad de sociedades". Frase que oculta un trasfondo de aborrecimiento a la diversidad (la auténtica, la que es libremente escogida y no la anecdótica del beber té y comer couscous en festejos mediáticos) cuando no directamente una mal disimulada xenofobia. Y eso se pone bien a las claras con otra de sus frases, según la consellera lo que nos propone el pacto es "la integración de todos en una cultura única". Esa es la tolerancia cultural de nuestros dirigentes, ese el verdadero amor a la diversidad cultural, eso es lo que cree el nacionalismo en la multiculturalidad. No quiero ni pensar lo que hubiese temblado la tierra (y con razón) si a alguien de Madrid se le hubiese escuchado una frase parecida.
La consellera de Acció Social i Ciutadania, Carme Capdevila ha declarado que la lengua de acogida "no puede ser otra" que el catalán. Qué le importa a ella si el inmigrante vive en un barrio donde todo el mundo se expresa básicamente en castellano, qué le importa si va a necesitar esta lengua para “integrarse”. “Integrarse” realmente, allá donde la gente se integra, en su barrio, en su pueblo, y no en la “Catalunya ficticia" de los políticos. Que se ponga este recién llegado primero a estudiar la “llengua d'integració” a la Patria, y las dificultades reales de integración, el cacao mental de la persona, la que ríe, llora y sufre, su sentimiento de impotencia, todo eso...¡pues no haber venido!
La conformación de un equipo de “inspectores de catalanidad” que al parecer es la fórmula escogida, donde lo que se le valora a alguien es si lleva bien calada la barretina, donde lo valorado son méritos culturales y no cívicos, va a poner a Catalunya a la cabeza del conservadurismo reaccionario de Europa.
Carme Capdevila asegura para justificarse que la gente "quiere vivir en una sociedad diversa, no en una diversidad de sociedades". Frase que oculta un trasfondo de aborrecimiento a la diversidad (la auténtica, la que es libremente escogida y no la anecdótica del beber té y comer couscous en festejos mediáticos) cuando no directamente una mal disimulada xenofobia. Y eso se pone bien a las claras con otra de sus frases, según la consellera lo que nos propone el pacto es "la integración de todos en una cultura única". Esa es la tolerancia cultural de nuestros dirigentes, ese el verdadero amor a la diversidad cultural, eso es lo que cree el nacionalismo en la multiculturalidad. No quiero ni pensar lo que hubiese temblado la tierra (y con razón) si a alguien de Madrid se le hubiese escuchado una frase parecida.
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