domingo, octubre 21, 2012

Carta abierta a España de un catalán no-nacionalista .

Hay dos actitudes contrapuestas desde fuera de Catalunya que dan alas al independentismo. Las de aquellos que recurren a la amenaza y la imposición y la de aquellos que desde un falso progresismo piensan que el nacionalismo se frena con "comprensión" al nacionalismo y acaban criminalizando precisamente a aquellos catalanes que se oponen al independentismo. La fuerza que puede frenar al independentismo no está en España, sino en Catalunya, solo que desactivada por esas dos posturas.

Si de verdad se piensa desde España que se va a frenar al independentismo con expresiones más o menos amenazantes o con el recurso a la imposición, del tipo que sea (por muy legal o Constitucional que sea), la independencia es cosa hecha. Con ello lo único que se consigue es activar más al posible independentista, e incluso convencer más a los más tibios, y cargarles de argumentos contra los anti-independentistas. Además con ello se refuerza el presupuesto nacionalista de que existe una dualidad enfrentada entre Catalunya y España.

Pero igual de contraproducente, desde España, es la actitud contraria a la del “recurso a la imposición”, la de la concesión y comprensión con el nacionalismo, que refuerza al independentismo y silencia, aparta y acompleja más al catalán no-independetista. El resto de España no debería ser comprensivo con el nacionalismo, sino con los catalanes, en especial con aquellos a los que el nacionalismo trata de silenciar. Sobretodo no debiera caer en aquello en que se cae tan a menudo desde un falso progresismo, en el rechazar los discursos del anti-nacionalista identificándolos con la ultraderecha, con intereses reaccionarios (nada más reaccionario y anti-progresista que el nacionalismo) o utilizándolo como arma contra el oponente, esta actitud criminaliza y deja desarmada y desamparada la oposición al independentismo.

El verdadero punto fuerte del anti-independentismo no está en Madrid, sino en Catalunya y en aquellos catalanes que se sienten españoles (y que son mayoría según las propias encuestas de la Generalitat). Es el apoyo a esta población y la ayuda a la creación de unos discursos producidos dentro de la propia Catalunya (y no “impuestos” desde fuera) y sobre todo la posibilidad de DIFUSIÓN de esos argumentarios, lo que frenaría al nacionalismo y le haría debilitarse. Con ello los partidos de ámbito estatal no solo reducirían al independentismo a su minoritaria base sociológica, sino que sacarían rédito electoral. La situación hoy es la inversa, por ello hay tanto voto oculto a ciertos partidos y ciudadanos que no votan en elecciones autonómicas, por eso no se expresa multitudinariamente ese sentimiento en manifestaciones, como sí lo hace el nacionalismo. El catalán que se autoidentifica con la “españolidad” se avergüenza de expresarlo y es criminalizado si lo hace. Se crean en la ciudadanía hispano-catalana un sentimiento de culpabilidad y auto-rechazo (el “charnego acomplejado”) que en muchos casos acaba en una “conversión identitaria” que le lleva, para demostrarse así mismo y a los demás que la conversión es “auténctica”, a la mayor radicalidad independentista, a la típica de la “fe del converso”.

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